8 de diciembre de 2011

Nostalgia.


Cómo puedo ser valiente, cómo voy a amar si tengo miedo a caer de nuevo. Estoy un paso más cerca. Llevo toda mi vida esperándote. Cariño no te preocupes, te amo desde hace mil años y te amaré mil más. Y qué más da si ya estoy preparada, estoy dispuesta. He muerto y he resucitado con tu presencia y ya no me importa. Porque sé que será así para siempre, tendré que vivir con cada decisión tomada en torno a ti, al menos durante los próximos tiempos.
No te preocupes, algún día te encontraré y será como siempre ambos habíamos deseado. Ya no me da miedo no moverme cerca tuyo, no me importa dejar de merodear tu casa y alejarme de algunas oportunidades. A quién le importa, si la vida gira más rápido que el tiempo, se suceden horas antes que los segundos, y parecen segundos lo que fueron meses.
Quiero decirte que sigo teniendo miedo. Por supuesto que sí. Que jamás entenderé tu forma de actuar ni la de nadie. Pero ha dejado de importarme, quiero creer que así es.
Sé que hay cosas que nunca volverán. Pero verás, una cosa es no querer algo y otra muy distinta que te digan que jamás podrás poseerla. Duele. Porque ahora sé que ya no estará en caso de que cambie de idea.
Cerré una puerta, fue mi elección. Mi problema es que soy incapaz de no mirar atrás y comprobar si aún sigue cerrada. Ya sé que nadie dará todo por mí. He comprobado que la vida ha dejado de regirse por el amor al resto. Y eso también ha dejado de importarme, o eso desearía.
Ahora tan sólo cierra los ojos. Sí, ahí están de nuevo todos tus fantasmas, todas las cosas sin resolver, los nudos en la garganta, el estómago revuelto y las ganas de pasar de todo y quedarse ahí para siempre. No es que haya pasado nada malo, pero tampoco bueno. Sencillamente, no hay nada que te impulse a seguir luchando. Bien. Ahora ábrelos. Es sencillo, la realidad está ahí, lista para ser usada. En verdad, podemos hacer con ella lo que queramos. Con sus momentos malos; de esos que sientes una mano en la garganta, la nuez a punto de estallarte y la vista nublada, de esos que te tiemblan las piernas o cuando el corazón empieza a correr los cien metros lisos. No importa. Todos encontramos nuestro sitio, y con un poco de suerte a nosotros mismos. Qué típico es decir no te preocupes por la gente que no mrece la pena, y qué razón tiene. Pero qué difícil es hacerlo a veces. Hasta en los lugares más inhóspitos se encuentran pequeñas gotas de solidaridad en todas sus formas.  Puede que no sea perfecta. No, no soy un modelo de conducta, ni una personalidad ejemplar. Pero tengo la sensatez suficiente para comerme el orgullo y saber en qué me equivoco y en qué no. Y sobre todo, intentar mejorar. De hecho, es lo que haré a partir de ahora. La felicidad está más cerca de nosotros de lo que creemos, en detalles que ni sabíamos que existían. Es una cuestión de querer verla.
Al final todo sale bien, siempre sale bien, quiero creer que así es.

No hay comentarios:

Publicar un comentario