1 de agosto de 2011

El Hombre de las Tres Caras

Ayer conocí al hombre de las tres caras. Mi subconsciente me lo presentó, al principio como un vulgar engaño, como haciéndome ver que podía llegar más alto. Pero, ¿dónde está el límite, mi querido señor, si me permite preguntar?

Apuesto, con andares graciosos, el pelo perfectamente colocado y un sentido del humor demasiado correcto. Así era el Primer Hombre. Alguien digno de acompañar por la calle, quedaría increíble en los marcos de fotos de la casa, y sería, probablemente, el padre perfecto.


No sé por qué, fue facilísimo pasar de ese Primer Hombre. Entonces la imaginación me jugó una mala pasada. Al Segundo Hombre no tuvo que presentármelo, porque ya le conocía. Era ése que hasta hace poco también me perseguía en sueños y ahí estaba de nuevo. Radiante, cómo no. No tan perfecto como el Primer Hombre, pero sí demasiado grande para abarcarle con una sola mirada. Y caminaba a mi lado de nuevo. “No te echaba de menos sabes?”, le dije. Él me miró y se rió. No puede ser, no es posible que esté otra vez en esta situación, prometí que no volvería a verle.


Me giro, ya no está. En su lugar es el Tercer Hombre, pero en realidad es el primero. Era el que ya había estado ahí. Vaya tonta, claro que era él, qué hacía yo imaginándome cualquier otro. Es tan diferente. Es más sencillo, menos problemático; destacaba menos. ¿Estás segura? Era mucho más hombre que cualquiera de los otros dos, me hizo sonreír. Era él. Dámelo todo esta noche. Lo siento. Qué va, no lo sientas. Gracias por revolver mi pelo, por agarrarme con fuerza, por quitarme la razón y no dejar que hable. Mierda, esto empieza a ser un problema.


El Primer Hombre ha desparecido. Si ya sabía yo que ése no duraría demasiado… Supongo que librarse del Segundo Hombre no será tan fácil. Es retorcido, intenta embaucarme con su media sonrisa y su mirada penetrante. Pero cada vez que voy a hacerle frente se oculta, y deja paso al Tercer Hombre. Bueno, con eso no tengo ningún problema, me gusta mirarle, me hace sentir bien, me hace volar, es una sensación nueva, jamás lo habría imaginado…


Y, de repente, nos quedamos solos. Ya no existe nadie más. Ni el Primer Hombre, ni el Segundo, sólo él y yo. Ni siquiera me importa que algunos nos miren fijamente. No hay estrellas en el cielo, pero es la noche más luminosa de mi vida en mucho tiempo.

Pretty.